Al estar presente en una reunión con un conferencista de Transformación
interior, escuché que dijo que una de las soluciones para la amargura era
“perdonar a Dios".
Cuando una persona no está
conforme con su apariencia física o con un suceso que dejó cicatrices
emocionales o físicas en su vida, se le aconseja que perdone a Dios por haber
permitido que eso sucediera.
En Rut 1:13 Noemí
estaba amargada contra Dios y hasta explicó a sus dos nueras que tenía derecho
a estar más amargada que ellas porque se habían muerto su esposo y sus dos
hijos. Según él, esta es la clase de situación en donde se aconsejara perdonar
a Dios por haberlo permitido.
Estoy convencido de que hablar
de “perdonar a Dios” es blasfemia. Dios es bueno (Salmo 103); Dios es
amor (1ª Juan 4:8); Dios está lleno de bondad (Marcos 10:18); Dios es
esperanza (Romanos 15:13); Dios es santo (Isaías 6:3); Dios es
perfecto y no comete errores. (Deuteronomio 32:4; Hebreos 6:18). Jamás
habrá necesidad de perdonarlo. Este concepto de perdonar a Dios es uno de los
intentos del ser humano de crear a Dios a imagen del hombre y este concepto
tiene su origen en la Nueva Era. Demuestra una total ignorancia e incomprensión
de que Dios, en Su amor, tiene múltiples propósitos y maneras de operar y lleva
a cabo tales propósitos por medio de las experiencias que atravesamos. ¡Sí
pudiéramos aprender la realidad de “Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad” (2ª Corintios 12:9), muchos pensamientos cambiarían de nuestra
vida.